Egipto
declaró este miércoles el estado de emergencia durante un mes, en una
jornada sangrienta por la represión policial de los partidarios del
derrocado presidente Mohamed Mursi, que dejó al menos 120 muertos.
La comunidad internacional condena el baño de sangre en Egipto
La comunidad internacional condenó unánimemente este miércoles el
desalojo de los partidarios del presidente derrocado Mohamed Mursi en El
Cairo por parte de las fuerzas de seguridad egipcias, que provocó por
el momento la muerte de más de 120 personas.
"La
comunidad internacional, junto al Consejo de Seguridad de la ONU y la
Liga Árabe, deben actuar inmediatamente para detener la masacre" dijo en
un comunicado el primer ministro turco, el islamista conservador Recep
Tayyip Erdogan.
También recordó que la actitud conciliadora de la comunidad internacional tras el golpe militar que derrocó a Mursi el 3 de julio sólo ha servido para "alentar al actual gobierno a intervenir" de este miércoles.
Las autoridades turcas calificaron desde el principio de "golpe de
Estado" la destitución del islamista Mohamed Mursi, el primer presidente
elegido democráticamente en la historia del país.
Al menos 124 partidarios del presidente derrocado murieron el miércoles en una de las dos plazas que ocupaban en El Cairo, que fueron evacuadas por las fuerzas de seguridad, según un recuento de la AFP.
El
presidente turco, Abdulá Gul, también denunció "la intervención militar
contra los civiles que se manifiestan" y comparó la situación en Egipto
con la de Siria en 2011, cuando empezó una revuelta contra el régimen
que luego se convirtió en guerra civil.
Por su parte, el ministerio iraní de Relaciones Exteriores lamentó la "masacre de la población" y advirtió de la posibilidad de una "guerra civil" en el país.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, condenó por su parte la intervención policial y deploró que "las autoridades egipcias hayan decidido utilizar la fuerza", indicó su portavoz.
Catar, el principal apoyo de los Hermanos Musulmanes, el movimiento de Mursi, denunció "vigorosamente" la intervención de la policía contra "manifestantes pacíficos".
En los países occidentales, donde la destitución y el arresto de Mursi en julio no suscitaron muchas críticas, la condena es más moderada.
La jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Catherine Ashton, pidió "la máxima moderación posible" y que los egipcios "eviten nuevas provocaciones", mientras el presidente del parlamento europeo, Martin Schulz, consideró que las muertes en El Cairo "no son aceptables".
El jefe de la diplomacia británica, William Hague, dijo estar "profundamente preocupado por la escalada de violencia en Egipto".
Francia también advirtió del peligro de un "uso desproporcionado de la fuerza", mientras Alemania abogó por "reanudar inmediatamente las negociaciones" para evitar "un nuevo baño de sangre".
Estados Unidos, que evita usar el término "golpe de Estado" para no verse obligado a cortar la ayuda militar de 1.300 millones de dólares anuales a Egipto, todavía no se había pronunciado el miércoles a media jornada.
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